martes, 15 de enero de 2019

Marina

"—El territorio de los seres humanos es la vida —dijo el doctor—. La muerte no nos pertenece".
Esta novela llegó a mis manos como una recomendación de uno de mis hijos. (El tiempo pasa, y ahora son ellos los que me descubren nuevas lecturas y los que me ganan al ajedrez). Una novela juvenil que no por ello quiere decir exenta de profundidad. Una novela en la que se explora, no tanto el significado de la muerte, sino cómo los seres humanos nos enfrentamos a ella.
A través de un misterio y de la relación de dos adolescentes que conducen la historia, el autor nos hace reflexionar en los temores y miedos a los que nos enfrentamos ante el fin de nuestra existencia. Escrita con un estilo narrativo limpio, bello y que se deja leer muy bien, en ella he podido encontrar un montón de frases que he subrayado y archivado para mi colección de citas. Pero sobre la que quiero reflexionar hoy es la escrita al comienzo de esta entrada.
Y es que creo que es verdad que el territorio de los humanos es la vida. Muchas veces nos afanamos en vivir, pensar y actuar enfocados hacia la muerte. Históricamente, incluso, se ha utilizado esta idea para mantener subyugado el comportamiento del pueblo, en su mayoría ignorante. A través de miedos incluso de promesas falsas. Incluso, en ocasiones, como cristianos pecamos de perder la perspectiva y pensar que esta vida no es sino una vana ilusión de una realidad más allá de nuestro marco temporal.
Si fuera así, tendríamos más instrucción sobre la vida venidera y prácticamente nada sobre la que tenemos ahora. Y es todo lo contrario, en la Biblia encontramos muchísimas guías para vivir y disfrutar de la vida en esta tierra y sobre la venidera tenemos su promesa y poco más. Hay muchas cosas que no sabemos de lo vendrá. Pero sí que podemos encontrar la mejor manera de vivir en esta tierra y de disfrutar de estos días.
La primera es aprendiendo a contar con sabiduría nuestros días. Para no perder el enfoque de la novela, pongámoslo en palabras de uno de los personajes de Ruiz Zafón: "decía que los seres humanos dejaban pasar la existencia como si fueran a vivir para siempre y que ésa era su perdición". Saber que un día vamos a partir nos debería enfocar a disfrutar del tiempo que se nos ha regalado.
La segunda es entender que Dios quiere que tengamos vida, y vida en abundancia (Juan 10.10). Y la mejor manera de disfrutar de esa vida es en la voluntad de Dios.Ya que Él es la fuente de vida. Alejarnos de Él es alejarnos de la vida.
Dios nos creó para vivir. Él desea que disfrutemos de la vida, no quiere nuestra muerte. Dios nos dio un territorio, y ese territorio es la vida.

martes, 20 de agosto de 2013

Mamita Yunai

Ayer por la noche estaba viendo el programa de "Así se hace". En él explican el proceso de fabricación de diferentes productos y en esta ocasión tocaba cómo se hacían unos snacks de plátano que yo conozco con el nombre ecuatoriano de chifles, aunque supongo que en cada país lo conocerán con distintos nombres.
El programa en cuestión comenzaba desde el principio: el cultivo y recolección de los bananos. Y, aunque la empresa era estadounidense, la producción se hacía en Costa Rica a lo que el narrador comentaba que la empresa estaba muy orgullosa de favorecer de esta manera el desarrollo local de éste país. En ese momento, me vino a la memoria el libro de Carlos Luis Fallas (Costa Rica) Mamita Yunai. Seguidamente no pude evitar soltar una carcajada ante semejante afirmación.
Para ser sincero, no conozco la situación actual de las empresas bananeras en Centro América, pero aunque sea por un poco de vergüenza histórica, deberían haberse ahorrado el comentario.
Mamita Yunai nos habla precisamente de eso. De las condiciones en que vivían los trabajadores de las compañías bananeras estadounidenses afincadas en Costa Rica. Nos habla de la precariedad de condiciones, de la dureza del trabajo y de la miseria salarial. Personalemente, lo que me llamó más la antención fue la última parte del libro, que en realidad es un anexo a la novela, un discurso que dio el mismo Fallas y va más allá de la novela contando muchas más atrocidades que se cometieron especialmente en la United Fruit Company, .
No quiero hacer de este escrito un panfleto revolucionario contra el imperialismo yanki. Pues supongo que las petroleras españolas, así como otras empresas de mi tierra, habrán hecho cosas parecidas o peores. Pero sí me gustaría hacer una reflexión sobre el como tratamos a nuestros semejantes. La Biblia nos habla, en diferentes y repetidas ocasiones, de tratar con justicia a nuestros semejantes y no explotar a aquellos que tenemos asalariados. Sin embargo parece que nos olvidamos muy fácilmente de ello, y no solo las personas que no se rigen por los principios bíblicos, sino también aquellos que profesamos la fe cristiana.
Como pastor, muchas veces escucho los problemas de la gente que tiene en sus trabajos. Lo curioso es que las personas que trabajan para otros cristianos no tiene menos problemas, sino que en muchas ocasiones tienen muchos más. Qué pena que demos prioridad al dinero antes que a las personas que están a nuestro lado. La biblia nos llama a amar al prójimo, y recordemos que el amor no busca lo suyo. Sin embargo parece que este mandamiento, por alguna extraña razón, no lo aplicamos a nuestro entorno laboral y siempre buscamos nuestros propio interés y beneficio.
Sé que el mundo tan competitivo en el que vivimos muchas veces nos hace perder el norte. Pero deberíamos pararnos un momento y reflexionar, pensar en como Dios nos llama a actuar en favor de los más débiles, e imitar el ejemplo de los primeros cristianos que se preocupaban por sus hermanos y ninguno pasaba necesidad. Vivamos siempre en justicia y en equidad.

jueves, 8 de agosto de 2013

Gilead

¿La iglesia está preparada para ofrecer respuestas a nuestra sociedad? No sé si es la pregunta que la escritora estadounidense Marilynne Robinson tenía en mente cuando escribió esta fantástica novela titulada Gilead, pero desde luego es la que yo me he hecho después de leerla. Aparentemente nos encontramos ante las memorias de un pastor metodista que escribe para que su hijo las lea cuando éste sea adulto y él ya no esté en este mundo. Pero más allá de la historia, que a mi parecer está narrada de una manera magistral y que describe muy bien la fragilidad y los temores del ser humano, están las preguntas que formulan algunos personajes y las respuestas que reciben, o incluso las que no reciben.
Va a ser difícil escribir esta entrada del blog sin estropearos el libro, así que trataré de ser lo menos concreto posible, para que podáis disfrutar de su lectura tanto como yo lo hice. La cuestión es que hay diferentes preguntas teológicas que surgen en el libro, raro sería que no apareciesen ya que el personaje principal es un pastor. Pero lo interesante no son las preguntas, sino quiénes las formulan y el porqué. Una de las grandes cuestiones que se plantean en el libro es planteada por Jack, el hijo descarriado del pastor presbiteriano amigo de nuestro protagonista. La cuestión en sí, no sólo ha sido debatida por la iglesia, sino que estos mismos personajes, a lo largo de toda su vida han disfrutado de interminables debates sobre el asunto sin llegar a un acuerdo mutuo. Pero a pesar de darle a este hombre una respuesta, pensada y razonada no sólo en ese momento sino a lo largo de sus vida, es totalmente irrelevante para la situación Jack.
Y la verdad es que después de leer este libro, me quedé pensando si no será cierto que como iglesia no estamos ofreciendo respuestas a nuestra sociedad. Tenemos grandes conceptos teológicos, tenemos preparadas nuestras respuestas para nuestros hermanos de diferentes corrientes teológicas, pero ¿realmente estamos siendo relevantes para aquellos que nos rodean y ofrecemos respuestas que puedan aplicar a sus vidas?
Lo cierto es que no sé si la autora de esta novela es cristiana o no. No sé si será una crítica a la iglesia o una auto-crítica. Pero, sea lo que sea, creo que es bastante acertada. No creo que la teología sea un deporte de debates para ver quién da más y mejores argumentos. Deberíamos hacer un esfuerzo por dar respuestas válidas y útiles a aquellos que nos están preguntando cómo puede Dios influenciar en sus vidas.
Podrías pensar que estoy exagerando. Que la gente de hoy en día no quiere oír las respuestas que ofrece la Biblia a sus preguntas. Que tampoco es para tanto lo que puedas decir. Bueno, lee esta novela y luego charlamos un rato.

viernes, 2 de agosto de 2013

Siete lunas y siete serpientes

Recientemente he escuchado por la radio la noticia de que un hombre fue multado (y no recuerdo si también tuvo pena de cárcel) en USA por recoger en su terreno agua de lluvia. Investigando un poco por internet, me he enterado de que en varios estados de esta nación es ilegal esta práctica de sentido común, ya que el mismo estado se considera dueño del agua de lluvia. Puede ser que en otros países también tengan la misma filosofía que no deja de parecerme llamativa y presuntuosa queriendo apropiarse de lo que no nos pertenece pues la lluvia es un regalo del cielo.
A raíz de esta noticia, me acordé del libro de Demetrio Aguilera-Malta (Ecuador) Siete lunas y siete serpientes. En él, uno de los personajes se dedica a comprar los tejados, y sólo los tejados, de todas las casas del pueblo para recolectar toda el agua de lluvia y luego especular con ella. Curiosamente lo que es parte de un realismo mágico en la ficción, resulta que en la realidad es posible. Y como pasa muchas veces la realidad supera a la ficción. Pues no es que el estado de estos lugares esté acaparando el agua de lluvia para luego vendérsela a la población, sino que se adueña de esta agua aún cuando está en el cielo, prohibiendo que nadie la pueda recoger y dejando que en su gran mayoría se pierda, pues según los estudios que han realizado por estos lares,  sólo el 3% del agua de lluvia acaba en los arroyos. Me pregunto de quién será el agua que se produce por condensación en los aparatos de aire acondicionado de estos estados.
La cuestión es la obstinación del hombre en querer ocupar el lugar de Dios. Jesús dijo  "...para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos y llover sobre justos e injustos." (Mt 5.45). Aunque en esta ocasión no haría falta ni citar la Biblia, sino llamar al uso de nuestro sentido común, para que nos diésemos cuenta que la propiedad del agua no puede ser nuestra sino de Dios. El egoísmo nos impulsa a querer tomar aquello que Dios nos da gratis y apropiarnos de ello hasta el punto de negárselo a nuestros semejantes. ¿Cuál será el siguiente paso? ¿Habrá que poner reflectantes en las casas para que el calor del sol no caliente nuestros hogares? ¿Tendremos que pagar por el aire que respiramos? No quiero ni pensar lo que nos tocará ver.
Volviendo a la novela de Aguilera-Malta, si no la has leído, la recomiendo encarecidamente. Para mí es una de las novelas de obligada lectura. Tiene mucho en común con Cien años de soledad de García Márquez, aunque curiosamente fue escrita antes que está pero publicada después, con lo que es poco probable que una pudiera influenciar a la otra. Además es una de las pocas obras de la literatura ecuatoriana que podemos encontrar en nuestras librerías españolas, ya que la editó Cátedra.
Lo dicho, la próxima vez que llueva, piénsatelo bien antes de sacar tus macetas al balcón, podrías estar infringiendo la ley.

domingo, 28 de julio de 2013

Anonimatic

A medida que nos vamos conociendo es el título de una colección de cuentos de Alí Víquez Jiménez, escritor costarricense. En ella podemos encontrar una narración curiosa titulada Anonimatic, donde nos cuenta las maravillas de un nuevo producto que nos hará ser anónimos en nuestra sociedad. Con este producto podemos ir por donde queramos y actuar sin ser reconocidos por los que están a nuestro alrededor. En este pequeño relato, el narrador discute de los beneficios y de las opiniones que pudiesen surgir en contra del mismo. Uno de los argumentos en contra es que fomentaría la inmoralidad y permitiría a la gente obrar mal sin miedo a ser reconocido, a lo que el narrador, defensor de este "maravilloso" producto contesta "que si no se peca ha de ser por convicciones y no por vergüenza." Y la verdad es que no puedo darle más que la razón.¿En que basamos nuestro comportamiento? ¿Verdaderamente estamos interesados en agradar a Dios o simplemente estamos preocupados por el que dirán? ¿Cómo actuaríamos los cristianos si supiésemos que nadie está mirando o que no hay manera de que sepan quienes somos? Nuestras acciones deberían estar definidas por el temor de Dios y no por si se entera mi familia, los hermanos de la iglesia o el pastor. El motor de nuestra voluntad debería ser el amor a Dios y la obediencia a Él y no el miedo a las consecuencias que puedan causar nuestras acciones.
¿Somos los mismo cuando nadie nos ve? Probablemente podríamos medir nuestra espiritualidad en esos momentos en los que estamos solos, en los que no hay nadie a nuestro alrededor, en los que actuamos por convicción y no por vergüenza.

domingo, 21 de julio de 2013

Colorín colorado, este cuento se ha acabado

Recientemente he leído un libro bastante entretenido y divertido titulado «El abuelo que saltó por la ventana y ser largó». Entre otras historias cuenta la de un señor que se encontró toda una tirada de Biblias que iban a destruir y el se las llevó a su casa. Movido por la curiosidad y puesto que no se veía ningún desperfecto por ninguna parte que motivase la retirada del mercado de los libros, se leyó una de ellas y no fue hasta el final que descubrió el porqué las habían desechado. Un empleado resentido con la editorial había añadido un versículo, justo al final del Apocalipsis: "y colorín colorado este cuento se ha acabado".
Aunque el libro es divertido y la historia nos hace reír, lo cierto es que precisamente el mensaje del Apocalipsis lo que nos dice es todo lo contrario: la historia no se ha acabado. La historia continúa y Juan nos invita a que perseveremos hasta el fin, a que no nos desanimemos y nos olvidemos de la vocación a la cual hemos sido llamados.
Los discípulos estamos esperando la llegada de Cristo, todavía hay una parte de la historia que queda por cumplirse. Y mientras esperamos seguimos avanzando viviendo según el ejemplo que Cristo nos dejo.
La verdad es que el autor, Jonas Jonasson,  nos deja caer de esta manera que la Biblia contiene una historia que ya no es para nuestros días, que caducó hace dos mil años. Lo que contrasta con su idea principal de que a los cien años a una persona todavía le queda a uno mucho por vivir y disfrutar. También nosotros podríamos decir que la Iglesia, con casi dos mil años a sus espaldas, todavía le queda mucho por vivir, por disfrutar por desarrollarse y por crecer.
¿Recomendaría el libro? Sin dudarlo. Es un libro que se lee con bastante facilidad, logra captar toda tu atención y es difícil que alguna distracción pueda sacarte de su lectura. Divertido e imaginativo, con un argumento en el que si puedes esperar algo es que pase lo inesperado. Y como no se me ocurre otra manera de acabar esta entrada, diré: Colorín colorado este cuento se ha acabado.

martes, 16 de julio de 2013

Heidi, o el hijo pródigo

Ayer por la tarde me quité una espina que tenía clavada de hace tiempo: leí el libro de Heidi, de Johanna Spyri. Y la verdad es que me sorprendió mucho, pues yo conocía la historia que nos contaron a través de la serie de dibujos animados inspirados en este clásico de la literatura infantil, y aunque me esperaba que hubiese cambios, nunca imagine que Heidi era la historia del hijo pródigo.
En este libro encontramos la Parábola de Jesús no sólo como uno de los "cuentos" favoritos de Heidi cuando aprende a leer y cuando lo comparte con su abuelo, sino que la misma novela es dibujada en las mismas líneas que la ilustración del Maestro. En el hijo pródigo encontramos un viaje de ida y vuelta, un joven que cansado de estar en su casa decide alejarse y  cuando se da cuenta de que lo ha perdido todo decide regresar a implorar perdón a su padre para poder volver al lugar donde pertenece. Heidi no se marcha, todo lo contrario, la arrancan de sus amadas montañas y su querido abuelo para llevarla a una ciudad que, si ya de por sí misma enjaula a la niña, la encierra en una casa sin posibilidad de pisar la calle. En ella siempre está el anhelo de volver a los prados y es la añoranza la que la va comiendo poco a poco, hasta que al final logra su mayor deseo, el regreso. Pero, a diferencia de el hijo pródigo, el que más se aleja es el que se ha quedado en la casa, el Tío de la Montaña, el abuelito de Heidi.
Sin embargo en este viaje, Heidi se acercará a Dios, y al final del mismo será el medio para llevar a su abuelo a la reconciliación con Dios y con sus prójimos. Aunque para mí lo más fascinante de este libro es que plantea que todos necesitamos reconciliarnos con Dios. Una niña en su más tierna infancia a la que todos ven como la victima de una sucesión de injusticias en su vida. Un anciano que vive sus últimos años separado de sus semejantes y renegando de Dios. No puede haber más contraste entre abuelo y nieta, ésta disfrutando de la vida y aquel renegando de ella. Pero ambos encuentran el perdón de Dios y una nueva manera de entender y vivir la vida.